Ciudadanos con currículum y agentes del servicio secreto: así es un día en la casa de transición de AMLO
México. (Olegario Quintero Informa).- Pedro Jiménez, un profesionista que roza los 50 años de edad, bosteza mientras apoya la cabeza en los barrotes que custodian la casa de campaña de Andrés Manuel López Obrador en la colonia Roma de la Ciudad de México, donde al menos otras 100 personas hacen fila para pedirle algo al ganador de la elección presidencial.
“Llevo toda la noche sin dormir”, se excusa el hombre, expica que tomó un autobús en Xalapa, la capital de Veracruz, y viajó 300 kilómetros para llegar con los primeros rayos a esta calle Chihuahua con un solo propósito: entregar su currículum “en mano” a López Obrador.
“Vine porque Andrés me pidió que viniera”, comenta Pedro, que sostiene con celo entre ambas manos el folder con sus referencias profesionales. “En su cierre de campaña en Xalapa tuve chance de acercarme a él–explica-. Le dije que quería trabajar para su gobierno porque quiero hacer algo para mejorar mi país. Y él me respondió que si ganaba y era presidente, que viniera aquí a darle mi currículum. Y pues aquí estoy”.
La mañana va pasando. Llegan las primeras patrullas de la Policía Federal que, ante la reunión que este viernes 13 de julio tendrá el equipo de AMLO con tres secretarios de la administración del presidente estadounidense Donald Trump para tratar temas de migración y desarrollo, vienen escoltando una camioneta con personal de la Embajada de Estados Unidos.
“Son del servicio secreto”, corre el murmullo entre las decenas de periodistas nacionales y extranjeros –hay reporteros incluso de Hong Kong, China- que hacen guardias frente a la casa de estilo colonial que, desde el 1 de julio, AMLO utiliza como ‘casa de transición’ para reunirse con personajes como Marcelo Ebrard, próximo canciller, y con otros integrantes del futuro gabinete de gobierno.
Junto a las unidades de la policía federal, agentes capitalinos y de tránsito también comienzan a colocarse discretamente en los alrededores de las avenidas Insurgentes y Monterrey que diseccionan la calle Chihuahua. Nadie de la casa de AMLO comenta algo de manera oficial, pero los movimientos de la policía indican que iniciaron los preparativos de seguridad que culminarán con la retirada de todos los vehículos estacionados y el cierre total de la calle hasta las seis de la tarde de este viernes, una vez que termine la reunión con los funcionarios de Trump.
Todos llegan, menos López Obrador, que aún no aparece a bordo de su habitual Jetta; un coche blanco que trae partes de la carrocería abollada por los golpes que le propinan las motos de la prensa que, desde la noche del 1 de julio, cuando obtuvo el 50% de los votos del electorado logrando una mayoría contundente, lo corretea por toda la ciudad como si fuera un ‘rock star’.
Pedro observa el reloj, inquieto.
Encoge los hombros y se hace a la idea de que, tal y como le avisaron los dos guardias de seguridad privada que custodian la puerta metálica de la casa de campaña, no podrá ver a López Obrador y tendrá que dejar su currículum a las personas que atienden a nombre del tabasqueño.
“Dicen que Andrés no vendrá porque tiene otro evento en la tarde al sur de la ciudad”, murmura el veracruzano, que admite con desánimo que antes de viajar cientos de kilómetros no esperaba encontrarse con una competencia por el puesto tan grande como la fila de personas que se pierde hasta el final de la calle.
“AMLO dijo: primero los pobres. Ahora que cumpla”
Leticia Ramírez no se da abasto desde el pasado miércoles 11 de julio. Esa mañana, López Obrador llegó a la calle Chihuahua y se encontró con la habitual avalancha de reporteros y con algo distinto: los pequeños grupos de personas que desde el 2 de julio se acercaba a la casa de campaña a felicitarlo, dieron paso a una verdadera peregrinación de cientos de ciudadanos en busca de trabajo y de soluciones para una larga lista de demandas y problemas.
“Lety se va a encargar de atenderles. Ella les va a decir bien”, decide el tabasqueño que carga un montón de sobres amarillos entre sus brazos que le dio la gente a través de la puerta metálica, mientras señala a la mujer que colabora con él desde que fuera jefe de gobierno capitalino, entre los años 2000 y 2005.
El jueves 12, ya como enlace de atención ciudadana, Leticia se mueve entre la fila de personas con otras dos colaboradoras de Morena, el partido de López Obrador, para tomar nota lo más rápido que puede de las necesidades de la gente, a las que les da un turno para acceder a la casa de campaña.
Una vez adentro, otros empleados del partido recaban los datos de la persona, y hacen un resumen de la situación que debe ser atendida por el nuevo presidente electo.
Parece sencillo, pero a medida que la fila se hace cada vez más larga, la gente se inquieta, y las escenas de reclamos a los guardias que impiden la entrada tratando de explicar que López Obrador no está, y que no puede atender a nadie en persona, se hacen habituales.
“Están completamente rebasados”, dice entre enojado y comprensivo Antonio Márquez, que es junto al veracruzano Pedro Jiménez de los primeros en formarse sobre la banqueta.
María Isabel Hernández viene de Chalco, Estado de México, y lleva dos horas esperando en la calle. Entre sus manos sostiene un folder, pero no es su currículum, sino una serie de denuncias contra un líder comunitario que, asegura, extorsiona a 600 vecinos de su colonia, a los que amenaza con no darles los servicios básicos para las viviendas si no pagan cuotas mensuales.
“Nosotros siempre hemos apoyado a López Obrador y ahora necesitamos que él nos apoye. Llevamos 15 años viviendo sin alumbrado público, ni drenaje en las casas. Y la gente no tiene dinero para seguir pagando las cuotas que nos piden”, plantea la mujer, que antes de que el guardia de seguridad vocee su apellido para anunciar que su turno, por fin, ha llegado, sentencia: “Andrés siempre ha dicho que primero somos los pobres. Pues bien, ahora venimos a que nos cumpla y nos ayude”.
“AMLO debe mirar por el país, no por casos particulares”
Arturo Guillermo Ramírez, de 60 años de edad, asegura que busca a López Obrador porque cree que es el único que puede ayudarle a recuperar un empleo que, denuncia, perdió de manera ilegal. “Ya puse muchas denuncias en los Ministerios Públicos, pero nadie te resuelve nada por la corrupción. Sé que Andrés es una persona honesta y que me puede ayudar”, comenta convencido.
Bertha Ángeles, de 60 años de edad y con una discapacidad debido a una lesión en la cadera, también perdió hace un par de semanas su negocio de venta de ropa de caballero, en el que llevaba trabajando más de 40 años.
“Con mi negocio, aunque pequeño, al menos podía comer a diario. Ahora que la delegación me lo cerró no sé qué voy a hacer, porque no tengo ayudas, ni pensión, ni nada. Estoy totalmente perdida”, lamenta la mujer apoyada sobre unas muletas de hierro.
Por eso, cuando una familiar que pasa a diario por la avenida Monterrey, que hace esquina con Chihuahua, le avisó que desde el 2 de julio las personas se aglomeran en la calle para dejar sus peticiones de ayuda en la casa de López Obrador, no lo pensó y vino a formarse desde las siete de la mañana.
“Confío mucho en Andrés –subraya-. Además, sé que es cristiano como yo, y que él sí se tienta el corazón por la gente que necesita ayuda”.
Martha, en cambio, dice que no viene a dejar currículums, ni a pedirle nada a López Obrador. Viene solo para desearle suerte al nuevo presidente electo de México.
“La gente piensa que Andrés Manuel los va a estar esperando con los brazos cruzados y no es así –dice con un tono de reproche en sus palabras-. No entienden que ahora él tiene que mirar por las necesidades de todo un país, y no por los problemas particulares de cada uno”.
La vecina anti-AMLO
Al caer la tarde, la fila de personas pidiendo ayuda comienza a diluirse. Pero no así la presencia de decenas de cámaras de televisión apostadas frente a la fachada del inmueble, ni el ruido de los generadores de las camionetas con unidades satelitales.
Los vecinos, ante el ajetreo de periodistas, motocicletas estacionadas por toda la banqueta, y ahora cientos de personas transitando por la calle en busca de empleo y ayuda, se lo toman de distinta manera.
Algunos, que prefieren no dar su nombre, tuercen el gesto cuando comentan que extrañan la tranquilidad que se vivía en la zona antes de que López Obrador ganara las elecciones y trasladara su ‘cuartel general’ de la calle San Luis Potosí, donde tiene otra casa de campaña, a la calle Chihuahua.
Otros, como una vecina adulta mayor que vive a escasos metros de la casa de ‘transición’, no esconden su profundo malestar con el triunfo de López Obrador y con que se trasladara a su calle, por lo que no duda en ir a reclamar a los guardias de la casa de campaña cuando las unidades móviles de los periodistas ocupan un pedazo de su banqueta.
Y otros, como el señor Humberto Suárez, que es dueño de un café con historia –en el número 10 del edificio el escritor ‘beat’ William Burroughs mató a su esposa de un disparo que, a lo Guillermo Tell, pretendía impactar en un vaso colocado sobre la cabeza de la mujer- ve solo ventajas para su negocio y la colonia la llegada de AMLO.
“La situación ha mejorado mucho desde que llegó. Tenemos muchos más clientes, hay más seguridad, y un semáforo que llevábamos pidiendo 20 años para evitar choques en el cruce, lo pusieron a los 20 minutos que llegó López Obrador. ¿Qué más podemos pedir?”, pregunta con una sonrisa.
Con información de Animal Político