LA CRISIS DE CFE • ¿A dónde va?
Por José Luis López Duarte
Rocío Nahle, secretaria de energía, y Manuel Bartlett comparecieron ante el congreso de la unión la semana pasada y ambos fueron férreos defensores de la errática política energética del presidente López Obrador, con un nacionalismo y patriotismo trasnochado que, guardando el tiempo, las distancias y los contextos, se quedan lejos del nacionalismo de los años setentas de los gobiernos mexicanos.
Pretendiendo “rescatar” la patria con ello, sin mediar trámite alguno tuercen la ley y lo que hizo la reforma energética del 2014, tirando por la borda las medidas para modernizar y eficientizar la industria de PEMEX y CFE para elevar su productividad, competitividad y autonomía de gestión, como empresa productiva y no seguir siendo empresas del estado a las que han succionado desde siempre todos sus ingresos.
Y estos discursos se dan en un contexto donde las finanzas públicas apuntan hacia una quiebra por la inflexibilidad del presidente López Obrador de frenar la producción privada de energías limpias y con ello la inversión, porque representan una competencia contra CFE, en el caso de las plantas eólicas y solares, y en el caso de PEMEX el déficit de refinados que tiene el consumo nacional.
Esta inflexibilidad, de continuar con las obras insignias de la 4T (Tren Maya, Dos Bocas y Santa Lucía) así como los programas sociales, han provocado ya el exabrupto legislativo de desaparecer los fideicomisos, recortarle el presupuesto a todos los gobiernos estatales y municipales, así como a los organismos autónomos y desconcentrados, recortes que están alcanzando a las empresas estratégicas como ocurrió la semana pasada con CFE, cuando hicieron recortes de contratos en diez departamentos y eliminaron las horas extras en casi todos.
CFE tiene tres problemas estratégicos: Abasto de energía, manejo de su deuda y el dilema de su “nacionalismo” que está boicoteando la producción de energías limpias y la inversión privada.
En el problema del abasto eléctrico para el consumo nacional, técnicamente se considera que se debe contar con una reserva límite del 10% del consumo nacional, el cual llegó a bajar, antes del COVID-19, al 7% y por el parón, que significó el enclaustramiento de todo durante 2 meses, esta reserva se elevó a 17%, pero ¿Qué ocurrirá cuando se reactive la economía y de nuevo la demanda esté a tope?
Pues volverá a bajar el nivel de reservas eléctricas porque no se ha construido ninguna planta eléctrica nueva de las que prometió cuando empezó el gobierno de AMLO y se suspendieron las inversiones de la empresa IBERDROLA por 6 mil millones de dólares durante su sexenio, equivalente al programa de AMLO para CFE de 6500 millones de dólares.
Aunque hace semana anunció junto al “Bronco” en Nuevo León la rehabilitación de la refinería Cadereyta, y luego después aparece en Coahuila junto al gobernador Riquelme anunciando la construcción de otra planta eléctrica de carbón, donde nunca dice cuándo empieza y cuándo termina, y no lo dice por la simple razón de que la deuda de CFE de 407 mil millones de pesos, de los cuales 77 mil millones tendrán vencimiento entre 2020 y 2021, para lo que ya se preparan primero con una emisión de bonos de corto plazo por 10 mil millones de pesos en una tasa de interés del 6%, por encima de las tasas del 4% que establece el Banco de México.
A lo que se suma no un plan de austeridad de CFE, sino un draconiano programa de recortes presupuestales que están disminuyendo la operación de múltiples departamentos y la intensidad de producción, la cobertura del servicio eléctrico y la pertinencia las 24 horas diarias, como se exige por el carácter imprescindible y permanente de esta energía.
Manuel Bartlett presume en su comparecencia los logros de CFE, que por cierto son del gobierno de Peña Nieto y también miente con los ahorros en la renegociación de los contratos de gasoductos ¿Quién no recuerda la “renegociación” del gasoducto Texas – Quintana Roo, que terminó con una ampliación de 30 a 35 años la concesión a la empresa que lo construyó? Como también el caso de los gasoductos del noroeste (Chihuahua, Sonora y Sinaloa), tanto el que sale de Arizona, llega a Hermosillo y termina en Topolobampo, como el que sale de Texas, cruza Chihuahua, llega a Topolobampo y termina en Mazatlán, la renegociación de Bartlett terminó con darle 10 años más de concesión a los constructores de esos gasoductos ¿Dónde están las ganancias de las renegociaciones que presumen? Es más, la Auditoría Superior de la Federación, el viernes pasado en su informe sobre CFE de 2019, calcula que la renegociación de los gasoductos costará 6800 millones de dólares más, por lo que es falso lo que presumen en los spots de televisión.
Y a propósito, ya para cerrar el tema ¿Por qué nunca hablan de los siete gasoductos que construyó el gobierno anterior que sumaron 7 mil kilómetros a los 12 mil kilómetros que se construyeron en 75 años después de la expropiación petrolera? O ¿Por qué presume Bartlett la cobertura en internet si eso se logró con el “apagón analógico” que produjo la reforma de telecomunicaciones en 2015? En fin, solo resta decir ¿De qué se ríe la hiena?