EL GRAN JUÁREZ

Renato Quintero Arredondo

 “Pues ahí va Benito, sólo y sus pensamientos, en la oscuridad de la noche”.

Les platicaré de un gran personaje mexicano conocido como Benito Juárez. Su nombre completo es Benito Pablo Juárez García, todo un hombre ejemplar que de niño pastoreaba ovejas allá en su tierra natal Oaxaca. Su origen fue su origen fue humilde, de raza zapoteca, y quedó huérfano de padre y madre a la edad de tres años. Nació en san Pedro Guelatao, Oaxaca, un 21 de marzo de 1806, día de inicio de la Primavera, donde todo es luz, alegría y felicidad, cuando el campo se pinta de colores bonitos y hay deseos de cambio en las personas. Sus padres fueron Marcelino Juárez y Doña Brígida García, tuvo dos hermanas mayores: María Josefa y Rosa. Al quedar huérfano, pasó al cuidado de sus abuelos paternos que murieron al poco tiempo, por lo que su tío Bernardino se encargó de él. El tío Bernardino era un señor muy estricto, rígido y de pocas palabras, por lo que ordenaba se cumplía de inmediato; pero el Niño Juárez era muy trabajador, tranquilo, obediente, trabajador, ayudaba en labores del campo, sembrando maíz y calabazas; además, se encargaba de pastorear las ovejitas que tenía su tío; es decir, se pasaba todo el día en el campo cuidando su rebaño, mientras se entretenía platicando con ellas; cada una tenía su nombre y eran muy obedientes. El niño Benito era muy bueno para tocar las flautas que él mismo fabricaba con Carrizo; cantaba en su dialecto, pues aún no sabía español y también le gustaba bailar, lo que hacía siempre donde nadie lo viera. Le encantaba bañarse en el agua del arroyo y se deleitaba con el aire que acariciaba su rostro, cerraba sus ojos y soñaba con ser alguien importante para ayudar a sus semejantes. En varias ocasiones le dijo a su tío que quería ir a la ciudad de Oaxaca, allá con su hermana, para ir a la escuela; pero su tío, nada de tonto, nunca lo dejó ir pues en él tenía un buen trabajador.

La infancia de Benito es de desdicha y miseria, aunque con su tío Bernardino encontró un hogar también pasó fatigas y hambres lo que formó su carácter silencioso y adusto, excesivamente rígido, áspero y desapacible en el trato. Nunca escucharon de él un reclamo o una inconformidad por el mal trato que recibía, pues sabía de la pobreza en la que vivían, pero su sueño de Saber nunca lo dejó.

Cuando tenía doce años, un día al recoger a sus ovejitas se dio cuenta que le faltaba la “Ramona”. Desesperado, la buscó por todas partes sin encontrarla y sintió tanto miedo por el castigo de su tío Bernardino, y tomó una decisión que, sin saberlo, cambiaría su vida para siempre:  ir a buscar a su hermana Josefa a la capital del estado. Así que llevó a sus borreguitos al corral donde dormían y se fue corriendo. Como ya oscurecía, tomó un respiro y preguntó a un arriero que pasaba por ahí y éste le dio señas para llegar a Oaxaca que estaba a sesenta y dos kilómetros de Guelatao. Pues ahí va Benito, sólo y sus pensamientos, en la oscuridad de la noche, llevando consigo, como única arma, un palo que encontró por el camino, con eso se defendería de las víboras y de los animales de garra que encontraría en el trayecto hacia Oaxaca.  Preguntaba a todo arriero o campesino que encontraba, si iba en el camino correcto; y lo hacía en su dialecto zapoteco pues, como ya les dije, aún no sabía hablar en español. Caminó toda la noche y por la mañana, despuntando el alba, llegó a Oaxaca

En esos tiempos, Oaxaca era un pueblo chico por lo que, preguntando y preguntando, por don Antonio Maza, que era con quien trabajaba su hermana como cocinera, dio por fin con su hermana y se fundieron en abrazo, lleno de besos y de lágrimas. La familia Maza le dio cobijo y trabajo a Benito. La señora Maza le enseñó las primeras palabras y letras en español y Juárez le platicaba de sus sueños de grandeza y de amor para servir a los demás.

Ahí, en la casa de los Maza, conoció a Margarita, hija de sus patrones, veinte años más chica que él. Ella también le ayudaba en sus clases de español; y muchos años después Margarita sería su esposa.

Para buena suerte de Juárez, la casa era frecuentada por un sacerdote español de la orden franciscana, llamado don Antonio Salanueva que era encuadernador de libros, el cual viendo a Benito tan trabajador, ordenado y disciplinado, le pidió permiso a don Antonio para llevarlo a trabajar a su casa encuadernando libros; y Juárez, se fue contento con su nuevo trabajo ya que ahí tenía un montón de libros para leer, los cuales le sirvieron bastante para su formación;  además, el señor Salanueva le prometió enviarlo a la escuela. El Niño Juárez era el más feliz de la tierra. Se cumplía uno de sus anhelos.

Pero Juárez aún no sabía de la maldad de las personas y más la de los niños que se sienten privilegiados; así que Juárez y otros niños de condición humilde o pertenecientes a etnias locales, eran motivo de burla por parte de los profesores y de los “alumnos decentes”; por esa razón, el maestro impartía clases a niños que él consideraba decentes, y a los pobres de mala gana les impartía la clase el ayudante. Por ese motivo, Juárez abandonó la escuela, además se por el pésimo método de enseñanza.

Benito Juárez no dejaba la idea de ser alguien en la vida; por ello pidió a su padrino, así llamaba a Don Antonio Salanueva por el cariño que le tenía, que lo apoyará a entrar al Seminario; y, con esa palanca, logró saltar los requisitos que le pedían para su ingreso.

Juárez no deseaba ser sacerdote, aunque fuera católico y hubiera terminado su primer nivel de seminario con honores y reconocimientos. Su padrino se sentía orgulloso ya que él lo que más deseaba era que terminara su ordenación sacerdotal; y esto fue un dilema para el joven Juárez, pues le repugnaba la idea de ser sacerdote. Y entonces convenció a su padrino para que le permitiera estudiar Derecho por un tiempo. Entró al Instituto de Ciencias y Artes y siempre obtuvo excelentes calificaciones y elogiosos reconocimientos, por lo que su padrino lo dejó continuar hasta obtener su título de Licenciado en 1834, con medalla de honor y mención honorífica, siendo el primer abogado en titularse en esa institución.

Ya para ese tiempo, el niño Juárez hablaba y escribía en español y en inglés y entendía bien el francés y latín. Y aquel indito humilde y digno de admiración y respeto, de apenas un metro treinta y siete centímetros llegó a ser reconocido mundialmente como “El Benemérito de las Américas”, reconocimiento dado el 11 de mayo de 1867 por el Congreso Nacional de Colombia, en voz del senador Antonio Delfín.

Benito Juárez se casó a los 37 años con Margarita Maza, de 17 años; tuvieron 12 hijos, 5 de los cuales murieron a temprana edad. Fue una familia ejemplar muy querida por la sociedad de su época. Margarita murió el 2 de enero de 1871, siendo muy admirada por toda la sociedad.

Don Benito Juárez es el hombre más grande que ha dado nuestra patria, tanto por su trayectoria política y como ser humano. No en balde, cuando su servidor, Renato Quintero, estudiaba medicina en Puebla, vacilaba con mis compañeros de Oaxaca y de tontos y pendejos no los bajaba, hasta que uno de ellos un día me dijo muy respetuoso: “Tiene razón doctor, en Oaxaca todos somos tontos y el más grande de ellos se llamó Benito Juárez, y después de él, todos somos de pendejos para arriba”. Y no me quedó otra que quedarme callado.

Dentro de los muchos cargos políticos que Juárez desempeñó, se encuentran: Regidor, ministro, diputado, Secretario de gobierno, gobernador en dos ocasiones y Presidente de la República por 14 años.

Juárez restauró la República y aplicó las Leyes de Reforma que consisten, entre otras cosas, en la nacionalización de los bienes de la iglesia y le quitó algunos privilegios; implementó y organizó el Registro Civil, otorgando actas de nacimiento, de matrimonio y defunción; promulgó la Ley del Culto, formando un estado laico; duplicó el número de escuelas, las cuales deberían de ser laicas y gratuitas; formó Escuelas Normales; y estableció la igualdad de derecho entre todos los mexicanos.

Benito Juárez, siendo Presidente de la República, muere en Palacio Nacional, un 18 de julio de 1872, y según el acta de defunción, su muerte fue por angina de pecho.

Y, ya para terminar este relato y darle honor a quien honor merece, recordemos la más célebre de sus frases: “Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Otra de sus frases que a mí en lo personal me gusta mucho es: “La educación es fundamental para la sociedad; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”. Y la última en este texto: “Libre y para mí, sagrado, es el derecho de pensar”.

Fuente: https://relatosfrias.blogspot.com/2021/03/pues-ahi-va-benito-solo-y-sus.html

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