Estadio de los Tomateros: de espectáculo familiar a escenario de riñas y alcohol sin control

Culiacán, Sinaloa. Lo que durante décadas se consideró un espacio seguro para convivir en familia y disfrutar del deporte favorito de los culiacanenses, hoy enfrenta una crisis que pone en entredicho su vocación original. Nuevamente, el estadio de los Tomateros se vio envuelto en episodios de pleitos entre asistentes, incluyendo hombres, mujeres y jóvenes menores de edad, en un ambiente marcado por la venta indiscriminada de alcohol al interior del recinto.

De acuerdo con asistentes y testigos, el consumo desmedido de bebidas embriagantes se ha convertido en una constante durante los juegos, donde ríos de alcohol circulan sin mayor control. Aunque la ley prohíbe la venta a menores de edad, en la práctica prevalece una lógica mercantilista donde lo primordial parece ser la ganancia económica, incluso por encima de la seguridad y el bienestar del público.

Lo que antes era un espectáculo familiar ha ido transformándose en un entorno que muchos describen como una gigantesca cantina, donde los excesos derivan en conflictos que empañan el ambiente deportivo. La presencia de menores en medio de este contexto agrava la preocupación, pues queda de manifiesto que la falta de regulación dentro del estadio pone en riesgo a quienes acuden con la intención de disfrutar un partido de béisbol.

También es necesario señalar la responsabilidad de los padres de familia que permiten que sus hijos asistan a los juegos sin la supervisión adecuada, especialmente ante un escenario donde la venta y el consumo de alcohol se realizan sin filtros visibles.

Frente a este panorama, se vuelve urgente hacer un alto en el camino y replantear el rumbo del espectáculo. La afición y la ciudad merecen recuperar un espacio donde prevalezca la tranquilidad, el respeto y el ambiente familiar que por muchos años distinguió al béisbol en Culiacán. Ojalá esta reflexión sirva para que autoridades, directivos y aficionados retomen la esencia del deporte y no permitan que el estadio se convierta en un ring de pelea.