Entrelíneas: Días de furia en EU
Eduardo Valdez Verde
Cuando el agente Derek Chauvin presionó con su rodilla el cuello de George Floyd hasta provocarle la muerte, lanzó un cerillo a un pasto muy seco que necesitaba sólo un chispazo para encenderse desde Mineapolis hasta Nueva York, Los Ángeles, Washington y decenas de ciudades estadounidenses.
Desde el asesinato del pastor y activista social Martin Luther King Jr., hace 50 años, Estados Unidos no sufría una ola de violencia e indignación como la que se desató desde hace una semana con la muerte de Floyd a manos de policías que lo detuvieron como sospechoso de intentar comprar tabaco con un billete falso de 20 dólares.
«No puedo respirar. Por favor dejen que me levante», clamaba George Floyd mientras un agente le presionaba el cuello y otros dos le inmovilizaban con el peso de sus cuerpos. Fueron 8 minutos frente a transeúntes que con sus teléfonos grabaron el abuso policial que en segundos se volvió viral e incendió los ánimos de millones de estadounidenses que demandan acabar con el racismo.
Si eso se atreven a hacer los agentes de policía frente a las cámaras, qué atropellos han de cometer cuando no hay testigos.
«No puedo respirar» se ha vuelto el grito de los manifestantes negros y latinos, principalmente, durante estas largas jornadas de protestas que desembocaron en incendios de patrullas, estaciones de policía, edificios públicos y comercios.
La furia ha sido incontenible al grado que el domingo por la noche, las violentas manifestaciones llegaron hasta la Casa Blanca, donde el Presidente Donald Trump tuvo que ser resguardado en un búnker ante el temor de sufrir una agresión. Esto sólo se había visto cuando George Bush tuvo que ser resguardado a bordo del avión presidencial tras el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York.
Resulta irónico que la potencia mundial que hace 12 años eligió a Barack Obama como el primer presidente negro en su historia, esté siendo sacudida por un terremoto a causa del racismo y el maltrato en contra de las comunidades afroamericanas y latinas.
Irónico resulta también que Trump vea tambalearse su posibilidad de reelección a causa de un tema que él mismo ha impulsado en sus discursos y en sus mensajes en redes sociales desde que era candidato.
Un presidente abiertamente racista que no ha sabido cómo responder a esta tramenda ola de indignación a causa de la muerte de Floyd y de tantas otras personas de color o latinas a manos de las autoridades.
El hombre que se supone tiene más poder en el mundo, se ha visto de pronto titubeante, ausente, arrinconado en la Casa Blanca, desde donde sólo atina a enviar twits con mensajes amenazantes que sólo arrojan más gasolina a un país que se incendia de punta a punta.
Independientemente de cuándo y cómo terminen estas protestas, es una oportunidad más para que Estados Unidos y el resto del mundo se planteen qué hacer para combatir el racismo a fondo.
Ya vimos que el asesinato de George Floyd ha sido sólo la chispa que esperaban millones de ciudadanos agraviados por los abusos cometidos a diario por autoridades racistas que no miden a todos los ciudadanos con el mismo racero.
LIBRETA DE APUNTES
¿Cómo esperan que los ciudadanos tomen en serio las recomendaciones de las autoridades de Salud, cuando el propio Presidente se va de gira y se niega a usar el cubrebocas?
El semáforo está en rojo para todo el país, pero no para Andrés Manuel López Obrador. Él tiene luz verde para pasearse y hacer lo que mejor sabe: andar en campaña.