En la raya: EL PANTEÓN DE MOCORITO • ¡¡¡Auxilio!!!
Por José Luis López Duarte
No cabe duda que nos hacemos tan insensibles, que muchas veces no vemos más allá de “nuestras narices” y ocurren tantas cosas que no advertimos el valor de las mismas, como nos pasa con el panteón municipal de Mocorito, que quien lo visite fuera de los dolientes de algún ser querido que llevan a sepultar, queda impresionado por su belleza, por su riqueza y el gran acervo cultural que encierra.
Yo lo he visitado tres veces en mi vida y siempre ha sido por algún sepelio, pero ahora, que una familia culichi que fue a conocerlo, me reclamaron el abandono, el deterioro y la dilapidación de esa riqueza cultural, me obliga por lo menos a denunciar en el estado en que lo mantienen las autoridades del municipio.
Y sí, como esta familia, muchas personas que lo han conocido me han comentado que múltiples tumbas son verdaderos trabajos artísticos y en general que el panteón rompe con los cánones tradicionales por su luz, por el arte que reflejan y la historia que acumulan.
Conozco bien el panteón “San Juan” de Culiacán, construido en un minúsculo lugar, en el cual un amigo, el Lic. Antonio García, al recorrer las tumbas y leer sus lápidas se le ocurrió rescatar esos girones de historia que cada uno contenía, escribiendo un libro paradigmático sobre el tema, “Las Tumbas del Panteón San Juan” lo tituló.
De las casi cuarenta historias que rescató sobresalen dos que llegan hasta nuestros días. Me refiero a la de Manuel Clouthier (el primero que llegó a Culiacán a mediados del siglo XIX), sobre la que escribió, palabras más palabras menos, que fue un personaje que acumuló más de 5 mil hectáreas en las zonas aledañas de Culiacán, lo que viene a explicar el por qué las familias Clouthier del Rincón y Clouthier Carrillo son quizás los principales tenedores de bienes raíces, que de ahí se han derivado múltiples inmobiliarias y constructoras al expandirse la mancha urbana de la capital sinaloense.
O el caso de una jovencita de la familia Izabal, una familia culichi acomodada en el porfiriato, que se casó por allá en 1915, 0 1916, y se fueron ella y su esposo “de luna de miel” a San Francisco, dejando en construcción una mansión (atrás de lo que antes era el cine Reforme, ahora auditorio MIA), enfermando la joven recién casada de fiebre bubónica o “peste negra”, muriendo en San Francisco, quedando la casa de Culiacán sin concluir ni habitar y que aún hoy en día se mantiene igual por la calle Ángel Flores entre paliza y Andrade, cien años después.
Por eso imaginamos la riqueza cultural, además de la artística, que el panteón de Mocorito encierra de una región que se desarrolla desde la colonia y que tuvo su auge con la mina aurífera del magistral, que hoy en día explota la minera canadiense PANGEA y produce 15 toneladas de oro al año.
Ojalá y el presidente municipal Jesús Guillermo Galindo y el secretario del ayuntamiento Ángel Gilberto Bon Ochoa, así como ciudadanos comprometidos con esa tierra como la Dra. Olga Peña, quien preside la fundación cultural que lleva el nombre de su padre el Dr. Enrique Peña Gutiérrez, mi buen amigo Bernardo Riveros, heredero de la estirpe del general y gobernador Felipe Riveros Acosta, el empresario Antonio Sosa, el inquietísimo historiador y escritor Nicolás Vidales, el Dr. Fernando Armienta Quiñónez, los hermanos Avilés, Carlos Karam, y muchos otros mocoritenses de la vieja y la nueva guardia que mucho pueden hacer por esa joya cultural que ojalá la recuperen.
Finalmente, toda la región del Évora, Guamúchil y Angostura, fueron ramas del municipio de Mocorito, todos tienen su compromiso.