LA AMNISTÍA • Cosa juzgada
Por José Luis López Duarte
El presidente López Obrador lanzó la solicitud de aprobación de una consulta nacional para enjuiciar a los ex presidentes y los diputados federales, en automático, inician los trámites para una ley de amnistía, inscrita en el plan del amlovismo, para después de condenar a los ex presidentes en “la picota nacional” de la consulta, perdonarlos, en un acto más puro de una visión mesiánica de la política.
El solo hecho de abrir este procedimiento es un insulto a la nación y un abuso de poder que raya en la paranoia política y que vivimos en un país de tontos útiles.
En primer término, el concepto de amnistía se trata de un instrumento excepcional del estado mexicano y de la mayoría de los estados democráticos del mundo, para conciliar una etapa de división, lucha fratricida de un país o crisis política que amerita ser superada y pasar a otros escenarios que reencaucen la vida política, cuestiones que ninguno está en el escenario nacional.
La amnistía es un instrumento para conciliar conflictos estructurales de la nación, no para un juego de dos pistas que pretenden con la consulta y esta iniciativa de ley de amnistía.
Aquí en Sinaloa hubo una ley de amnistía en 1975, para cerrar el conflicto social que produjo el reparto agrario, la democratización y autonomía real de la UAS y el surgimiento de nuevos sindicatos, que provocó una confrontación social y en algún momento armada, que concluyó o cerró ese ciclo con aquella ley.
A nivel nacional ocurrió otro tanto con la ley de amnistía política de 1978, similar a la de Sinaloa y con los mismos propósitos, pero para todo el país.
A nivel internacional el caso más emblemático es el de España, con el fin de la dictadura franquista de casi 40 años, que puso al orden del día el regreso a los tiempos de la guerra civil española o un acuerdo para una nueva república.
Se impuso lo segundo, donde todos los actores políticos de esas cuatro décadas de dictadura (ejército franquista, el rey de España, los comunistas, los anarquistas, los republicanos, los terroristas, etc.) que implicó una ley de amnistía para todos y ya sabrá usted lo que duraron discutiendo sobre los crímenes de lesa humanidad en el que aplicaron un principio internacional: La inexistencia de la ley cuando estos crímenes se cometieron. El perdón fue para todos.
“El pacto de la Moncloa” como se llamó para la historia, es quizá el más profundo, ilustrativo y consecuente que por lo menos yo tengo memoria, porque los de Argentina y Chile tienen 30 años discutiéndose, quizá el de El Salvador en 1991 sea otro buen ejemplo de un acuerdo de una guerra civil a un país democrático.
La amnistía es un instrumento del estado para situaciones excepcionales de un país que debe contener el perdón a los delitos cometidos y condenados, generalmente de carácter político.
Se trata de un perdón, de un olvido, de un indulto, pero en todo caso siempre de una acusación, un juicio e incluso ya sentenciados.
Donde está todo eso para promover una ley de amnistía, como si el país viniera de una guerra civil o se pretendiera crear una estructura de un nuevo estado nacional, pero no, no hay nada de eso.
Que no estaría nada mal terminar con el presidencialismo ignominioso, símbolo de todo un siglo de centralismo, verticalismo, imposición y corrupción. Para eso sí sería bueno.