Profepa investiga termoeléctrica de Tula por alta emisión de contaminantes

El 28 de marzo de 2021 fue el día más contaminado en la historia del Valle de México. Un remolino de polvo —conocido como tolvanera— se unió al humo de industrias y vehículos, y a toda la polución que la actividad de más de 20 millones de personas produce en el aire que respiramos.

La tradicional “nata” que envuelve Ciudad de México, esa especie de sombrero translúcido de compuestos tóxicos, se convirtió en una niebla ocre tan densa que daba la impresión de poder masticarse. El Ángel de la Independencia, el Zócalo o el Bosque de Chapultepec parecían rodeados por un filtro apocalíptico y desde cualquier punto de la capital era difícil avistar más allá de unas pocas cuadras.

El sistema que mide la calidad del aire en Ciudad de México establece un parámetro en el que más de 100 puntos se considera un peligro para la salud. Aquel día, por primera vez desde que hay registros, se superaron los 661.

Las autoridades también han cuestionado a la termoeléctrica en los últimos años. En 2018, la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) había anunciado una “alerta sanitaria”. Un año después, la contaminación en las inmediaciones de Tula llegó hasta tal punto que la secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) la declaró en emergencia ambiental. Su entonces titular, Víctor Toledo, aseguró que el lugar podía llegar a ser “inhabitable”. Poco después, dimitió.

“Nada más se hizo declaración, pero ahí quedó, solo en comentario”, dice Gerardo Castillo, pensionado de 69 años y representante del Comité de Participación Ciudadana en Defensa del Río Tula. Lleva toda su vida formando parte de la comunidad y palabras como “inhabitable” le ponen los pelos de punta. “Pensamos que vendría una posición del gobierno federal, pero desgraciadamente ahí se quedó”, dice.

La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), sin embargo, llegó a cerrar las plantas de tratamiento de la central por irregularidades en los permisos de agua residuales en 2018 e impuso una multa de casi cuatro millones de pesos. Ahora, investiga a la termoeléctrica por sus emisiones contaminantes, después de una denuncia presentada en agosto de 2020.

Pero la contaminación de Tula no es solo producto de su termoeléctrica. El municipio es el punto central de una tormenta perfecta que envenena el lugar por tierra, mar y aire. Al efecto de la planta y la refinería de Pemex se une el impacto de la zona industrial, que cuenta con cuatro cementeras, y los daños de la presa Endhó, convertida en el retrete de la Ciudad de México: aquí es donde la megalópolis expulsa buena parte de sus aguas negras. Sus inmediaciones parecen una playa en la que se desparraman los efectos de un naufragio: bolsas de plástico, zapatillas, mochilas infantiles. En el cielo, algunas aves acostumbradas a alimentarse de la inmundicia sobrevuelan la basura que se acumula. La polución, vista desde este lugar, es una cuestión de ida y vuelta. Ciudad México envía su basura a través del agua y Tula se la devuelve en forma de nube venenosa.

Con información de Animal Político.

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