Las emociones en nuestra salud. Y afectaciones en nuestro cuerpo.

Fueron muchos los médicos que se preocuparon por el papel de la mente en el desarrollo de enfermedades físicas, en cómo las emociones y sus correspondencias fisiológicas afectaban al cuerpo.

Cada vez llegan más pacientes canalizados de médicos comprometidos con la salud integral de las personas, y por supuesto, siempre ha existido la psicología y la medicina psicosomática, que lejos de alejarse de este ámbito, ha seguido profundizando más en él.

Es por ello que ha vuelto a crecer la importancia en nuestros tiempos de fijarse no solo a la contaminación, el tabaco o los alimentos en la formación del cáncer y otras enfermedades, sino también a cómo percibimos el mundo, cuál es nuestra actitud hacia las cosas que nos pasan, cómo vivimos nuestras vidas y cuánto estrés tenemos, porque quizás en entender que las personas no pueden dividirse estaba la solución al problema de por qué si un grupo de personas eran expuestas a ciertas sustancias cancerígenas, un porcentaje de ellas enfermaba pero otro no. ¿Genética, suerte o regulación emocional?

Los estudios han ido confirmando que las emociones estresantes tienen una fuerte influencia en el desarrollo de diversas enfermedades, entre ellas el cáncer. Parece que las personas que experimentan frecuentemente la tristeza o ira no expresada, desesperanza, tienen sentimientos de impotencia, o una baja autoestima, podrían ser perfiles propensos a ciertas enfermedades. En general, el estrés mantenido en el tiempo parece tener mucha relación con el cáncer, la diabetes tipo 2, los derrames cerebrales, los infartos, urticarias, alopecias, gastritis, colitis, etc.

¿Por qué nos estresamos si es malo para la salud?

Estresarse es una cuestión evolutiva, nos ayudaba a luchar o huir en caso de peligro, cuando vivíamos a merced de los depredadores. La respuesta fisiológica que produce el estrés es muy beneficiosa si tenemos que salvar nuestra vida en un momento puntual, pero esta liberación de hormonas, entre otros, enferma nuestro cuerpo si no tiene un fin. Y este es uno de nuestros principales problemas, que estamos siempre estresados, varias veces al día, todos los días, aunque ya no hay ningún animal salvaje que nos vaya a matar, algo que probablemente pasaba de manera puntual.

¿Podemos reducir nuestro estrés?

Reducir el estrés no es fácil en la sociedad en la que vivimos, sobre todo en ciudades grandes, donde los estímulos vienen de todos lados, sin dejar casi a nuestro cerebro descansar. Ruidos, contaminación, luces, imágenes por todos lados, gente que se mueve deprisa. El acabar con el estrés de nuestras vidas, significa reconectarse nuevamente con nosotros mismos.

Recomendaciones de cómo hacerlo:

· Recupera tus vínculos: pasar tiempo con tu pareja, hablar con tus padres, tomar algo con los amigos, escuchar a tus familiares, las relaciones íntimas y cercanas mejoran la presión arterial, reducen los niveles de estrés, ansiedad, reducen la sintomatología depresiva, y como este tipo de patologías propician enfermedades corporales o disminuyen su recuperación, las buenas relaciones también contribuyen a prevenirlo.

· Desecha a las personas tóxicas. Si el estrés genera enfermedad, las personas que te estresan tienen esa capacidad. Deséchalas y no sufras por ello, al final es tu salud y tu vida las que están en juego.

· Desecha tus problemas: muchas veces las cosas del pasado, nuestros traumas, nos persiguen y molestan. Acompáñate de una buena terapia psicológica, te pueden ayudar a librarte de esos fantasmas que vuelven una y otra vez.

· Cuida tus emociones: Todas las emociones son adaptativas, hasta las que menos nos gustan. Pero una cosa es vivir estas emociones de forma pasajera, y otra quedarse anclado en ellas. Se ha visto que emociones como la ira, la tristeza, la ansiedad o el miedo, cuando se sostienen indefinidamente, producen alteraciones en nuestra salud como dolores de cabeza, enfermedades arteriales, trastornos digestivos, etc. No solo porque cambian nuestras respuestas fisiológicas dañando nuestro cuerpo (hipertensión, elevación de la frecuencia cardíaca, etc.) sino porque nos alejan de las conductas de salud (buena alimentación, deporte, relaciones sociales) y de las emociones positivas o placenteras, que aumentan el bienestar y sirven de protección para la enfermedad. Practicar la felicidad es posible, solo hay que saber cómo.

· Cuida tu alimentación: pero no a forma de dieta, sino como estilo de vida.

· Practica deporte: Libera endorfinas, para volver a recuperar tu paz interior y cuidar tanto tu mente, como tu cuerpo.

· Vive de acuerdo a tus principios: Vivir en base a lo que nos dicen otros o lo que dicta la sociedad genera estrés y tristeza, por lo tanto, enferma nuestro cuerpo. Tener valores, principios y vivir en torno a ellos, sintiendo que cada objetivo que das está de acuerdo a un fin, te hará sentirte más valioso y sobre todo positivo frente a los problemas de la vida.

· Vuelve a la naturaleza: si los estímulos producen estrés al cerebro, volver a la naturaleza, a su quietud, a su tranquilidad, nos provocará paz y relajación. La naturaleza es fuente de calma, aprovecha para contemplarla, para conectarte con ella, para enraizarte.

Vive el presente:

El cerebro se agota y se estresa cuando tiene que estar pensando constantemente en qué debe hacer, qué no hizo, obligaciones, preocupaciones… PARA, RESPIRA, CONECTA CON EL PRESENTE, con tu respiración. Y no temas postergar las cosas que no te agradan. La vida tiene una duración definida, y si algo la hace tan valiosa es que no sabemos cuándo llegará el fin de la nuestra VIDA, ni el de los nuestros. COMENTARIOS:

PSIC. CLÍNICA: ROSA MARIA BELTRAN SOTO.

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