Se va a pique la industria del camarón de captura en Sinaloa

En Sinaloa, la industria del camarón de captura languidece, se muere.

Y de esa crisis, los pescadores ribereños culpan a quienes capturan en alta mar, a las granjas acuícolas y al gobierno federal por el abandono al sector, la mala gestión de los programas y subsidios, la corrupción en la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), los altos costos, las inadecuadas prácticas agrícolas, la pesca ilegal, la piratería, el cambio climático y la sobrexplotación.

México se ubica entre los primeros 10 países productores de camarón en el mundo, pero los pescadores ribereños se han ido quedando al margen tanto en volumen como en rendimientos económicos.

Con inocultable pesimismo, quienes trabajan en los esteros anticipan el fin de una industria que todavía a finales del siglo pasado les permitía darse el lujo de organizar hasta cuatro días seguidos de fiesta en los campos pesqueros (pueblos) y parar las embarcaciones hasta dos meses. “Y no por la veda, pues no existía entonces; era nada más para descansar. Así era de buena la producción…”, cuenta evocador Fernando Verdugo Jiménez.

Hoy, y cuando aún faltan unos 40 días para el cierre de la temporada de captura de camarón, cientos de pangas (lanchas) están paradas, y lejos quedaron los tiempos en que se capturaban entre 30 y 80 kilos por marea (dos diarias al menos) y, cuando mucho, logran entre seis y ocho kilogramos y donde los costos, sobre todo en combustible, no compensan esos cada vez más exiguos volúmenes.

Ante esto, los pescadores de estero -el eslabón más débil en la pesquería del camarón del Pacífico- se ven obligados a abandonar sus aparejos y salir a buscar trabajo en la agricultura o en las ciudades. Además, la mayoría de los muchachos herederos naturales de la tradición pesquera ya no aprenden ni les interesa el oficio.

Al mismo tiempo, conflictos internos y deudas ahogan a las federaciones y a las cooperativas. Casi todas tienen fuertes adeudos con el Instituto Mexicano del Seguro Social -algunas desde hace más de una década- y con ello se les ha suspendido el servicio médico y las esperanzas de jubilarse se esfuman.

Porque son precisamente los pescadores ribereños los más golpeados por la crisis del camarón en esa entidad del occidente mexicano.

Algunos ya no le ven remedio: »el negocio ya no existe porque ya no tenemos qué agarrar. Nosotros mismos estamos sobrexplotando el recurso. El problema tiene que atacarse de raíz y salvar lo poco que aún tiene de buena la producción. Pero hoy no se respetan las disposiciones legales de captura, el manglar se está destruyendo y la bahía se encuentra cada vez más azolvada.

“Además, la agricultura no trata suficientemente sus aguas residuales y éstas llegan a los drenes con muchos químicos de la fertilización, las granjas acuícolas en sus procesos de bombeo para succión provocan la muerte de gran cantidad de larva, y para colmo se está perdiendo el equilibrio de la salinidad para el desarrollo del crustáceo por la contaminación del río Culiacán y las corrientes marítimas”, resume Bernardo Cárdenas, uno de los más antiguos pescadores de camarón en la cooperativa El Castillo, de Navolato.

En sendos recorridos por este campo pesquero y por la cooperativa Costa Azul, en Angostura, el clamor de los pescadores de estero es uno: la pesquería del camarón está sobre explotada.

Mauricio Espinoza López, hombre curtido por largos años en la pesca, lo tiene muy claro: “antes los pescadores se autovedaban cada cuarto de luna durante tres días para dejar descansar la bahía. Ahorita sólo trabaja entre 20 y 30 por ciento de la flota. Si de pronto entraran un día a trabajar todas las pangas, de seguro no nos tocaba ni de un camarón a cada una…”

Y la suya no parece una visión catastrofista: su lancha trae apenas una docena de camarones que logró atrapar en la hora y media que lleva pescando.

Cerca del mediodía del martes 22 de enero, unos 30 representantes de la cooperativa acceden a narrar su problemática. Y lo hacen arrebatándose la palabra. Denuncian, exponen su mala situación, pero también plantean salidas: urge un reordenamiento del sector, acabar con la sobreventa de permisos de pesca y la clonación de permisos en las pangas. Combatir también a los libres (captura furtiva), vigilar el cumplimiento de la norma de no pescar antes de una profundidad de cinco brazas y evitar que los camaroneros de altura invadan la zona de esteros (si bien de esto mismo se quejan aquellos de los ribereños, aunque en sentido inverso) y regular más la acuacultura.

Sin embargo, los tres tipos de producción tienen una sola coincidencia general: fomentar una pesca sustentable, “que no dañe el ecosistema…”

El panorama es el mismo en todos lados a lo largo de este litoral: campos pesqueros solitarios con casas abandonadas y en ruinas. Quienes aún viven ahí, lo hacen entre la pobreza y la desintegración social, y ha crecido la drogadicción entre los jóvenes y el abandono de los estudios.

La división al interior de las cooperativas es constante, auspiciada directa o indirectamente por la corrupción de la que acusan a la Conapesca. “Con ellos, el único inciso que sirve para obtener apoyos es el kit”, dice sin el menor asomo de sarcasmo uno de los más viejos pescadores de El Castillo.

Más adelante, en Costa Azul, así lo explican: “cuando solicitamos un proyecto, sea para diésel, infraestructura o larva, sólo llegamos hasta el folio que nos dan en Conapesca. De ahí no pasamos. Hay mucha corrupción. En moches se ha ido quedando en el camino todo el apoyo del gobierno. Hace poco, cuando hubo una inundación, nos querían dar cien pesos por hectárea y sólo en copias nos gastábamos 300 pesos”.

José María Benítez, tercia para incorporar otro elemento que incide en la mala situación: “desde hace dos años estamos con el precio del camarón caído. El coyotaje se pone de acuerdo. Ellos son los compradores en gran escala que sí tienen centros de acopio con congeladores. Claro, al consumidor nunca le bajan. La pesca ribereña y la pequeña acuicultura tienden a desaparecer…”.

A estas alturas es difícil distinguir si el pescador de esta región de Sinaloa es extrovertido por naturaleza o en eso lo convierte su acuciante de situación.

Cada uno, eso sí, incorpora elementos de su personal situación para ilustrar la complejidad en una crisis a la que aquí muchos, de plano, ya no ven salida» y otros, con todo, perseveran: “esta guerra la vamos a tener que ganar entre todos”.

Con información de La Jornada

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