LOS LIDERAZGOS HISTÓRICOS • En Sinaloa

Por José Luis López Duarte

Existen cientos de sinaloenses destacados que han sobresalido en sus gestiones sociales, profesionales y políticas que los han colocado en determinado momento en el centro de la atención pública de la sociedad sinaloense, pero líderes que hayan perdurado a través del tiempo son muy pocos, tan pocos que confirman la profundidad y trascendencia de su rol en la sociedad.

Si nos trasladamos hasta los años setentas del siglo pasado y dejamos detrás de nosotros a los antecesores de la época de los 40s a los 70s, como Rodolfo T. Loaiza, Leopoldo Sánchez Celis y Alfonso G. Calderón, nos vamos a encontrar primero con Lauro Díaz Castro, Juan S. Millán, Manuel Clouthier y, en el mismo periodo, jóvenes estudiantes que en el mismo contexto han hecho historia en las décadas posteriores por construir una universidad democrática y popular como ahora es la UAS, como Camilo Valenzuela, Liberato Terán, Jorge Medina, Audómar Ahumada, Rubén Rocha y Héctor Cuén.

Sinaloa cuenta con muchísimas personalidades en las ciencias, las artes, la cultura y la economía que se necesitaría un grueso libro para describir por lo menos una pagina sobre cada uno de ellos, tanto que algunos han rebasado nuestras fronteras estatales y nacionales.

Pero la pretensión de esta modesta nota es destacar el impacto político de estos personajes en la vida sinaloense. Seguramente hay muchos más, como dije antes, y sin embargo creo que los señalados son los más sobresalientes, figuras todos ellos que han marcado historia en nuestra sociedad.

Creo que todos merecen grandes espacios para reseñar sus existencias políticas y sociales, pero para la intención de colocar estas dimensiones en el contexto electoral actual, creo que bastará una sucinta nota de los mismos.

Quizá de todos, el caso menos reconocido y puesto a relieve ha sido el de Lauro Díaz Castro, que a sus 34 años encabezó la organización empresarial más poderosa de Sinaloa, la CAADES, contra los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, prácticamente en la mera cúspide del régimen priista, para defender la tierra de los empresarios agrícolas ante los repartos agrarios que finalmente llevaron a cabo los presidentes.

Lauro fue un líder de enorme valía para su tiempo y circunstancia, cuando el autoritarismo presidencial era brutal y México venía de una década trágica de enfrentamientos del gobierno contra ferrocarriles, maestros, médicos y, la más dolorosa, contra los estudiantes en 1968 ¿Qué no se temía por lo empresarios agrícolas y el mismo Lauro Díaz en aquellos años? Quizá lo mismo que otros jóvenes que se atrevieron a caminar también por la lumbre en aquella época.

También nos encontramos con el caso de Juan S. Millán a quien el valor de su liderazgo en Sinaloa muchas veces lo han reducido al anecdotario político como acentos del individuo y no del hombre en el desarrollo de una sociedad en la que se inscribe y qué rol juega, cuando ha sido evidente que, al igual que Lauro Díaz, rompió cartabones y reglas que le permitieron liderar cambios en la política y el gobierno durante casi tres décadas, en sus diversas fases de sindicalista, legislador, líder popular y gobernador.

He leído, creo que el único libro semi autobiográfico que escribió mi pariente Arturo Santamaría, en el que no encontré la verdadera dimensión de la figura que ha sido Juan S. Millán, quizá porque el autor no pudo, no supo o no quiso y la figura del escritor se sobrepone al personaje y creo que por eso no le hace justicia.

El caso de Manuel Clouthier, el más sonado y relievado, tanto por la fuerza política que alcanzó su partido el PAN y su muerte trágica, como también por su rutilante carrera política y social desde ser presidente del consejo coordinador empresarial y fundador de COPARMEX, como el hecho también de haber compartido el liderazgo de los empresarios agrícolas sinaloenses al lado de Lauro Díaz.

Desde su liderazgo del CCE construyó lo que sería su plataforma ideológica y programática que rompía las tradiciones de marginación de los empresarios de la política, convirtiéndose en un gran activista que vinculó y puso en el centro de la política a la economía, proyectándose primero a ser candidato a gobernador por Sinaloa desde el PAN y luego candidato presidencial en 1988, resultando ser reconocida su expresión política como “los bárbaros del norte”.

Todos ellos fueron líderes muy jóvenes, tanto Lauro a sus 34 años, Juan a los 36 y Manuel a los 40, pero junto a ellos también se desarrolló una camada de jóvenes que la revolución cultural de los 60s los sacó de los surcos y rancherías para llegar a las ciudades y convertirse en semanas y meses, impulsados por la ola juvenil de la época, a asumir responsabilidades insospechadas y de las que nada o casi nada sabían.

Eran adolescentes, imberbes, que se creyeron capaces y se “lanzaron al río” del movimiento universitario ey popular, que resultó traumático por el choque, los costos y la velocidad de maduración que exigió, tanto que fue capaz de rescatar a la UAS de manos del gobierno, organizar una institución democrática, crear un modelo de educación, brindar a la sociedad, sobre todo los más pobres, oportunidades de educación superior y contribuir a la organización de trabajadores y campesinos.

Camilo tenía 23 años, Audómar 20, Medina Viedas 23, Liberato 22, Rocha 21 y Cuén 18. Hoy en día Camilo Valenzuela continúa su labor por un México socialistas y Rubén Rocha y Héctor Cuén hoy buscan la gubernatura de Sinaloa. Eran muy jóvenes todos.

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