EL VIRAJE DE AMLO

• ¿A fondo?
Por José Luis López Duarte

Para las familias Alvarado Castillo y Garnica Núñez, desde aquí vaya nuestro más sentido pésame por el fallecimiento de la señora Mariana Castillo. Descanse en paz.

Sin duda, en las últimas cuatro semanas el presidente López Obrador ha enviado mensajes políticos trascendentales para la vida del país, incluido el último suceso, como lo fue la incorporación del gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, al gobierno de la 4T, como paso decisivo para otros aliados del PRI y del PAN que se incorporarán a su gobierno.

Esa es una medida de varias que están en curso, se incluyen también el cambio radical en las relaciones con los Estados Unidos, más en la lógica de convertir nuestra vecindad en oportunidad más que en controversia y empezar la construcción de una nueva época en la era de la globalización, en la idea de la integración continental en una unidad económica frente al mundo, como ya lo sugieren los pasos de inversión en Centroamérica y la definición del presidente López Obrador de la urgente reactivación del continente ante el ascenso de la economía china.

Otro tanto se refleja en las propuestas de reforma política que están surgiendo al seno de MORENA, primero la del senador Ricardo Monreal y luego la de un grupo de diputados federales, a las que seguramente se agregarán las de otros partidos, pero que sin duda los aproximará a mejorar sustancialmente el sistema electoral y de partidos, dónde no faltará el tema de la coordinación fiscal y la posibilidad de cambiar el régimen presidencialista.

El tercer gran renglón es el mensaje que se envía en la iniciativa de presupuesto a la clase media y clase media baja, cuyo pago de impuestos se verá reducido sustancialmente en aras de ampliar la base tributaria y fortalecer los ingresos de esos sectores, que buena parte de ellos están en el mundo de los micronegocios, incluso en la informalidad.

Y lo que parece inminente es que su política económica neoestatista se tendrá que frenar, e incluso dar marcha atrás, especialmente en materia energética (electricidad y petróleo), así como renegociar medidas que ya se están aplicando que vengan en contra de la inversión y el estímulo empresarial, incluidos CFE y PEMEX, que tienen derechos y prerrogativas que no se les debieran disminuir, y menos restringir en beneficio de las empresas privadas, de acuerdo al proceso que han iniciado Estados Unidos y México en la reunión de alto nivel que iniciaron la semana pasada.

Quizá lo que se mueva más rápido serán los acuerdos del T-MEC, y específicamente por las urgencias de las presiones migratorias, la conclusión del tren transismico y retomar buena parte del plan “Puebla – Panamá”, que se inició en el gobierno de Felipe Calderón, que pretendía integrar a Centroamérica con el sur de México.

Sin duda existen muchos proyectos más del gobierno mexicano, pero estos son cruciales, primero porque se requiere un largo periodo de gobierno de otros dos sexenios más, elevar sustancialmente la inversión privada, dar seguridad geoestratégica a centro y sudamérica (por eso hay que reformar o refundar la OEA), así como ampliar el mismo T-MEC al resto de países.

Todo ello implica una nueva clase política y económica en México que sea capaz de colocar los valores superiores del país en primer lugar, sin miserias políticas y tampoco miserias económicas, tanto que sigamos siendo una fábrica de pobres.

Construir esa clase de mexicanas y mexicanos, para hermanarnos con el resto del continente y hacer más prospera nuestra región ante la competencia con el mundo, es imperativo y ojalá eso pretenda AMLO, reclutando políticos de todo cuño, ojalá.

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