Machista en rehabilitación: Eduardo Valdez Verde

Amiga, me da mucho gusto saber de ti especialmente hoy que se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Me da gusto saber que estás bien en lo personal y en lo laboral. Eres una chingona, como siempre lo dijiste, como lo repiten tus amigas.

Lo que no me cuadra ni me agrada es que sigas teniendo esa idea de mi y después de muchos años de conocerme sigas diciéndome que soy un machista sin remedio. Eso ya calienta. Sabes que no es así.

¿O sí? Ah caray, ya me pusiste a dudar.

Mira, por tratarse de este día no voy a discutir. Meterse a estos terrenos de la igualdad de género (feminismo vs. machismo) es tan enredado como hablar de religión, de política o del origen de las especies. Nadie tiene la razón absoluta.

Sin embargo, debo admitir en todo caso, que soy un machista en rehabilitación. Sí, lo acepto. Pero si algo de machismo cargo en el morral, no ha sido culpa mía, sino de las circunstancias.

Dicen que infancia es destino, y hay mucho de cierto en ello.

Desde niño repetí frases que escuchaba a diario no sólo de los hombres, sino de las propias mujeres.

«Vieja el que llegue al último» o «Vieja el que se raje».
«Los hombres no lloran» o «Lloras como una niña».
«Lavar y planchar es cosa de viejas».

Crecí, como la mayoría de mi generación y de otras generaciones, con la idea de que al hombre le toca ser rudo, fuerte, aguantador. Que mostrar delicadeza, ternura o cariño, era «cosa de viejas».

Me fueron llenando de ideas y conceptos que eran reglas machistas no escritas en ningún manual, pero que en el día a día se debían seguir al pie de la letra para ser parte de la manada. Para no desentonar ni parecer vieja, para no rajarse como vieja.

«Pórtese como machito, cabrón. No chille». Me dijeron hasta cuando sufrí tremenda barrida futbolera que casi termina en fractura. O cuando la enfermera sacaba tremenda aguja para vacunarme. Prohibido mostrar debilidad. Prohibido que aflore el sentimiento hasta cuando el dolor cala el hueso.

Cómo no crecer machista en un país donde los modelos a seguir han sido Pedro Infante y Jorge Negrete. Mujeriegos, parranderos y jugadores.
Cómo no ser machista en un país donde durante años nos encasquetaron las películas de ficheras como única opción.

Cómo salir ileso del «machismovirus» si nos llega en la música, en las series, en las novelas y en la publicidad.

No, amiga. No creo que sea culpa mía traer en mi ADN esa carga machista que desde antes de Cristo se nos ha heredado. Pégale una hojeada a la Biblia. Se afirma que Eva fue sacada de una costilla de Adán. Síguela leyendo y hallarás infinidad de pasajes machistas y cargados de misoginia.

¡Ya desde entonces el dominio avasallador del hombre sobre la mujer!

La mujer relegada a un segundo o tercer plano hasta por «designio» divino. ¿Te has preguntado por qué no ha habido un Papa mujer, un Cardenal mujer o un Obispo mujer? Sólo hay monjas como la infantería de apoyo para los curas.

Eso por lo que toca al catolicismo, del islam, el hinduísmo y otras religiones mejor ni hablar.

No, mi estimada amiga neo-feminista. La culpa del machismo que corre por mis venas no es sólo mi culpa. Soy el portador de un mal ancestral. Que viene desde el hombre de las cavernas.

Por eso te digo que soy un machista en rehabilitación. Un machista que hace esfuerzos por sacudirse todos esos prejuicios. Y no es nada fácil, eh!

Porque como los alcohólicos, lucho todos los días contra la enfermedad.

Tengo hermanas, sobrinas, tías, primas, y muchas amigas a quienes quiero y respeto, por eso soy cada día menos machista.

Y porque tengo una hija a la que adoro, quiero que le toque vivir en un mundo con menos machistas de mente torcida. Quiero que sobresalga por sus méritos intelectuales sin sufrir insinuaciones o exigencias para poder ascender en un puesto laboral.

Tampoco quiero que mis hijos varones sean machistas o patanes golpeadores, por eso evito los chistes o comentarios misóginos o denigrantes hacia la mujer.

Por eso soy de los que todavía regalan flores y abren la puerta del carro a las damas.

Creo que ahí la llevo con la rehabilitación. Aunque a veces recaiga y me deje llevar por la mayoría, que con esto de las redes sociales ah cómo circulan fotos y videos sexuales en donde la figura femenina es denigrada.

En ese proceso he andado gran parte de mi vida, tratando de rehabilitarme de ese machismo heredado, que no pedí ni elegí.

Tú me etiquetas como un «machista sin remedio», sólo te pido que te pongas un poco en mi lugar y trates de entender de dónde viene ese machismo.
Estoy de lado de las mujeres en todo lo que les acarree un beneficio, y no por ponerme de lado de la moda o lo políticamente correcto.
Estoy de lado de la mujer desde siempre, aún y con toda esa carga machista que me endilgaron mis ancestros.

A favor de la mujer, sin poses y sin banderitas ni colores.

Y sí, lo acepto: soy machista, pero en rehabilitación.

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