Se acaba la luna de miel

Eduardo Valdez Verde
 
Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia con más de 30 millones de votos, es decir, el 53% del padrón electoral registrado en 2018.
No sólo ha sido el candidato con más arrastre en la historia moderna de las elecciones en México, sino el que llegó con mayor índice de aprobación y simpatía (poco más del 70 por ciento hasta noviembre de 2019).


Según las últimas encuestas publicadas por diversas encuestadoras del país, su popularidad ha ido a la baja de manera drástica pero aún así sigue siendo elevada.


Es entendible. A un año y casi 5 meses de llegar a la Presidencia, la luna de miel se acaba. Le ha ocurrido a todos los presidentes. AMLO no podía ser la excepción con todo el carisma que le acarrea tantos simpatizantes.


No olvidemos el arrastre de Fox y cómo se le festejaban sus «culebras, tepocatas y vívoras prietas» cuando se refería a los priistas que habían sido derrotados después de 70 años de ostentar el poder.


México vivía un romance con ese ranchero bronco y mal hablado que llegó en caballo de hacienda para sacar a los priistas del buen potrero en el que habían estado por décadas.


A los dos años la luna de miel también se le acabó a Fox. Ya sus dichos y ocurrencias no causaban ni el mismo impacto ni la misma gracia en los mexicanos. Ya sabemos cómo y dónde terminó el guanajuatense.


A Calderon y a Peña Nieto, quienes llegaron al poder en  elecciones más cuestionadas, el romance con los mexicanos les duró menos. Ambos han pasado a la historia con descrédito y mala fama.


No es de extrañar pues, que a López Obrador se le empiece a terminar el periodo de gracia y el pueblo le exija resultados.


No es la oposición, ni los conservadores ni la mafia en el poder como él y sus seguidores aseguran. Tampoco son las malditas redes sociales ni los medios de comunicación nacionales o extranjeros…es la terca realidad la que empieza a imponerse.


La crisis a causa del coronavirus ha sacado a relucir todas las deficiencias del sistema político mexicano y por supuesto, del gabinete que rodea a López Obrador.


La gente quiere resultados en temas básicos como el empleo, seguridad, salud, educación y combate a la impunidad.


La realidad es tan cruda que ya hasta el estilo de hablar del “Peje” empieza a perder su gracia. Y es que México no va a salir adelante sólo con chistoretes y ocurrencias. Mucho menos con homilías desde el púlpito de las conferencias mañaneras, que por cierto se han convertido en un tedioso monólogo de dos horas de lunes a viernes.


Si baja o no la popularidad del Presidente es algo que debe tenernos sin cuidado. Yo prefiero un presidente antipático e impopular, pero efectivo en sus políticas públicas, a un «rey de la fiesta» que le diga al pueblo lo que el pueblo quiere oír para granjearse sus aplausos.


AMLO está a tiempo de rectificar, ajustar su gabinete, dejarse guiar por los que sí saben en su equipo, dejar de dividir al país entre ricos y pobres, entre fifís y chairos, para convertirse en factor de cambio y en ese hombre de estado que 30 millones de mexicanos confiaron que podía ser.
 
Libreta de apuntes
 
■ Acertado y a tiempo el programa que acaba de poner en marcha el Gobierno del Estado para llevar despensas a 40 mil familias en situación vulnerable. Es en estos momentos de crisis cuando se requieren apoyos directos, ya que hay miles de familias sinaloenses que están sin ingresos desde hace más de un mes. Colonias marginadas, ejidos y campos pesqueros son las zonas donde más urge esa ayuda.

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