La necesidad, madre de todos los males, dice uno de los culichis repatriados de Malasia

La necesidad es la madre de todos los males, dice a Notimex José Regino González Villarreal, uno de los tres hermanos que durante más de 11 años estuvieron presos en Malasia acusados de narcotráfico, que en esa nación se castiga con la pena de muerte.

Con cerca de 41 años, que cumplirá el 2 de junio próximo, señaló que fueron muchos años de angustia, de pensar que serían ahorcados, por delitos que si bien no niega tajante, se defiende señalando que fueron presentados a una persona desconocida que les ofreció una buena paga y «las condiciones no estaban para negarse».

Vía telefónica, explicó que en ese tiempo su esposa estaba embarazada de su primera y única hija; él tomó el trabajo con la esperanza de ofrecerle un mejor futuro a su pequeña.

Oriundos de Culiacán, Sinaloa, en uno de los barrios más pobres de la ciudad, José Regino y sus hermanos Luis Alfonso y Simón decidieron aventurarse en Malasia, país que solo conocían por un globo terráqueo, donde sus contratistas les dijeron que «estaba esa nación totalmente enigmática para nosotros» y que sólo irían por unos meses, sin pensar que su estancia se prolongaría por más de 11 años.

Las condiciones, indicó, eran muy difíciles, pues les daban mala comida, no sabían una palabra de malasio y aunque también se habla inglés, de cualquier manera ellos no entendían el idioma.

«Vivíamos condiciones muy difíciles y en mi caso, yo no había pisado una cárcel, así que sufrí mucho junto con mis hermanos».

Sabíamos, abundó, que estábamos sujetos a un proceso de pena de muerte, pero nunca perdió la esperanza de que fueran absueltos, porque ni eran delincuentes que hubieran hecho esos trabajos en otras ocasiones, ni estaban fichados, ni habían sido encarcelados en otras prisiones.

«Sólo nos movía la necesidad», insistió, y consideró que con los 11 años en que vivieron en la angustia de ser ejecutados, pagaron con creces los posibles delitos en los que pudieron haber incurrido, pero de ninguna manera, subrayó, merecían la muerte.

Finalmente, después de tantos años de esperar, su esposa parece que encontró a otra pareja y se fue a vivir con él, de manera que ahora sólo está preocupado por resarcir el tiempo perdido con su hija, y aunque todavía no sabe exactamente en qué va a trabajar, aseguró que no cometerá los mismos errores.

«Quiero que mi hija vaya por el buen camino, que estudie y que se supere, que tenga un buen futuro, porque pagar con cárcel las equivocaciones que uno comete, siempre duelen mucho, más cuando uno piensa que ya no volverá a ver a la familia», subrayó.

También, precisó, quiere superarse espiritual y físicamente, y que otros aprendan de su experiencia porque por sacar un dinero extra se corre el riesgo de perder incluso la vida.

Por lo pronto, dijo que tienen que cumplir con algunos compromisos con el embajador de México en Malasia, Carlos Félix Corona, así como algunos asuntos religiosos, «porque se debe dar gracias a Dios que salimos bien librados de ésta», y ya después buscará trabajo aunque no sabe en qué. Reconoció que al principio pensaron que serían ejecutados, pero a partir de que llegó el actual embajador de México a Malasia, las cosas cambiaron radicalmente, y primero fueron indultados de la pena de muerte, pero se les había dado cadena perpetua, para finalmente recibir el indulto del sultán de Malasia

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