“Las bombas no dejaban un minuto de silencio en Gaza”
“Aterrados”, sin saber dónde guarecerse, los cinco hijos de Riad Ali el Alia, un español de origen palestino de 68 años, no hallaron otro refugio que el hueco de la escalera de su casa cuando las bombas de la última ofensiva aérea y de artillería de Israel en Gaza empezaron a caer en la madrugada del viernes.
Los edificios del campo de refugiados de Jabalia, en el norte de la Franja, “temblaban por las explosiones”, afirma este catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad gazatí de Al Azhar. “Las bombas caían una tras otra sin tregua. El silencio no duraba ni un minuto”, rememora.
Omar y Ammar, los dos hijos pequeños del profesor El Alia, mellizos de 14 años, enmudecieron. “No hablaban, solo se estremecían”, relata su padre.
En medio de una oscuridad total, acurrucados bajo los escalones mientras la casa se tambaleaba por los proyectiles que caían “desde el cielo, la tierra y el aire”, los siete miembros de esta familia hispano-palestina se preguntaban si serían “los próximos en morir sepultados”, recuerda El Alia. “¿Dónde está la justicia para nuestra gente?”, se pregunta luego. “¿Cómo piensa la comunidad internacional que podemos vivir de esta manera? ¿Dónde está el derecho a la vida para la gente de Gaza?”.
Peor suerte corrieron los ocho niños, alumnos de las escuelas de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en Gaza, que perecieron bajo las bombas. Matthias Schamale, director de la organización en la Franja, eleva además a 20.000 los palestinos que han tratado de buscar refugio en 30 de las escuelas de la UNRWA en el territorio.
En ocasiones, en vano, pues debido a la pandemia de la covid-19, ya en su segunda ola en el territorio, muchas de ellas estaban cerradas, explica el funcionario de Naciones Unidas.
Con información de El País.